Respuesta al padre Solalinde. ¿Puede haber comunión entre Cristo y Belial?

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Imagen que ha sido considerada ofensiva por los católicos.

¿Puede haber comunión entre Cristo y Belial? Réplica al P. Solalinde. 
Por: Pbro Andrés Esteban López Ruiz CCR (Ver también video al final).

El P. Solalinde afirma directa o indirectamente en su defensa de la estatua de la Coatlicue Guadalupe que: 1. Dios se revela igualmente en todas las religiones. 2. La Virgen de Guadalupe se quiso identificar con la Coatlicue. 3. La Virgen de Guadalupe es la madre tierra. 4. Todos los que no piensan como él son ignorantes y fanáticos.

Voy a mostrar que su postura es ajena a la fe de la Iglesia, y que cuando el P. Solalinde habla de este modo, no habla en nombre de la Iglesia sino en contra de ella.


1. La Iglesia católica reconoce una única revelación divina, histórica y objetiva, externa y sobrenatural que como enseña el Concilio de Trento “está contenida en libros escritos y en tradiciones no escritas, que fueron recibidos por los apóstoles de la boca del mismo Cristo, o que, transmitidos como de mano en mano desde los apóstoles bajo el dictado del Espíritu Santo, han llegado hasta nosotros» (Concilio de Trento, sesión IV, dec. I. )

El Concilio Vaticano II en su Constitución Dogmática Dei Verbum, sobre la Divina Revelación, afirma en el mismo sentido que la revelación preparada en la historia a través de la antigua alianza alcanza su plenitud en Cristo y queda consignada en los textos sagrados y en la Tradición apostólica de la cual son testigos los padres de la Iglesia.

Como explica la carta a los hebreos, «De muchas y distintas maneras habló Dios desde antiguo a nuestros padres por medio los profetas; en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo» (Heb 1, 1), esta es la única revelación divina, sobrenatural, que la Iglesia reconoce en la historia y fuera de ella no existe revelación sobrenatural alguna.

La declaración Dominus Iesu advierte a los fieles respecto al relativismo religioso que pretende restarle plenitud a la revelación que culmina en Cristo y afirmar que en las distintas religiones Dios se revela de igual modo oponiéndose duramente a estas tesis. Afirma, sin embargo, que en las distintas tradiciones religiosas pueden existir elementos buenos y verdaderos, pero sin atribuírseles ni un origen divino ni una eficacia salvífica (Dominus Iesu, 21). Esta misma idea se encuentra en el decreto Nostrae Aetate del Concilio Vaticano II.

Luego, entonces, el modo en el que estos elementos buenos y verdaderos se alcanza en las religiones paganas no es sobrenatural y divino, sino que procede de Dios únicamente en cuanto a que él es el autor de la naturaleza humana. En efecto, la inteligencia creada por Dios es capaz de elevarse por el conocimiento de las creaturas al conocimiento de Dios como principio de todo cuanto existe (Dei Filius, Cap 2).

Esto mismo lo afirma el Catecismo de la Iglesia Católica “ La Iglesia reconoce en las otras religiones la búsqueda, "entre sombras e imágenes", del Dios desconocido pero próximo ya que es Él quien da a todos vida, el aliento y todas las cosas y quiere que todos los hombres se salven. Así, la Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero, que puede encontrarse en las diversas religiones, "como una preparación al Evangelio y como un don de aquel que ilumina a todos los hombres, para que al fin tengan la vida" (LG 16; cf NA 2; EN 53).” (CEC, 843)

Así pues, hay que afirmar que lo que hay de verdadero y bueno en las distintas religiones no proviene de revelación sobrenatural alguna como el padre Sodalinde parece afirmar cuando dice que Dios se manifestaba en los ídolos prehispánicos sino de lo que la razón puede alcanzar a afirmar de Dios, es decir, del conocimiento natural de lo divino.

Más aún, la misma declaración Dominus Iesu, como la encíclica Redemptoris Missio, afirman que a pesar de que la razón natural es apta para afirmar con verdad la existencia de Dios, estos juicios en las distintas religiones están siempre dependiendo de otros errores y supersticiones de modo que se vuelven un obstáculo para recibir el Evangelio: “Por otro lado, no se puede ignorar que otros ritos no cristianos, en cuanto dependen de supersticiones o de otros errores (cf. 1 Co 10,20-21), constituyen más bien un obstáculo para la salvación.” (Dominus Iesu, 89)

El catecismo de la Iglesia Católica se expresa en el mismo sentido citando a la Constitución Dogmática Lumen Gentium: “Pero, en su comportamiento religioso, los hombres muestran también límites y errores que desfiguran en ellos la imagen de Dios: «Con demasiada frecuencia los hombres, engañados por el Maligno, se pusieron a razonar como personas vacías y cambiaron el Dios verdadero por un ídolo falso, sirviendo a las criaturas en vez de al Creador. Otras veces, viviendo y muriendo sin Dios en este mundo, están expuestos a la desesperación más radical» (LG 16).” (CEC 844)

Estos errores que son obstáculo para la salvación y que desfiguran la imagen de Dios pueden ser resumidos en uno sólo: la idolatría. Ahora bien, respecto a las culturas prehispánicas hay que decir que la idolatría no invalida aquellos elementos virtuosos que son verdadera preparación del Evangelio y que indudablemente constituyen una riqueza cultural de nuestras raíces. Sin embargo, desde el punto de vista de la Fe de la Iglesia, no se puede hacer un juicio teológico adecuado negando el hecho mismo de la idolatría que existía en las culturas prehispánicas. Al contrario, es un dato imprescindible e incluso esencial para comprender verdaderamente el acontecimiento Guadalupano.

2. Afirma el p. Solalinde que la Virgen de Guadalupe quiso identificarse con la Coatlicue. Según esta interpretación la Virgen María se habría presentado como una falsa diosa, un ídolo que era venerado por los habitantes del valle del Anahuac.

Esta afirmación es absolutamente falsa y no se deriva de la lectura del Nican Mopohua. En el Nican Mopohua, la Virgen María se presenta como “Madre del verdaderísimo dios por quien se vive, el Creador de las personas, el Dueño de la cercanía y de la inmediación, el Dueño del cielo, el Dueño de la tierra”. Los términos que utiliza "Ipalnemohuani", "In Tloque Nahuaque", "Teyocoyani", "Ilhuicahua" no hacen referencia a los ídolos sino precisamente a aquella noción de lo divino que tenían y que provenía de su aspiración natural a Dios y del modo particular en el que se ejerció la razón respecto a lo divino. En realidad, la Virgen María se presenta simplemente como la Madre de Dios, utilizando lo que de modo adecuado se podía decir de Dios, no como la “madre de los dioses” ni mucho menos como la madre de Huitzilopochtli o de Quetzalcoatl como infundadamente lo afirma Solalinde.

Así pues, la Guadalupana no sólo no se identifica con los ídolos, sino que su presencia significa el fin de la idolatría en nuestras tierras mexicanas, porque precisamente rescata aquellos elementos verdaderos de la aspiración religiosa náhuatl y los purifica de los errores, de la superstición y de la idolatría que los envolvían. Es por eso que los teólogos serios que hablan sobre el acontecimiento guadalupano reconocen a la Virgen de Guadalupe como modelo de inculturación del Evangelio no como un hecho sincretista como penosamente lo afirma Solalinde.

Ahora bien, las consecuencias de lo que afirma Solalinde son desastrosas: si él afirma que Guadalupe se identifica con Cuatlicue, entonces se pone en una afirmación idolátrica muy grave. En este sentido, las reacciones en contra de la escultura sincrética no sólo son legítimas sino son manifestaciones que muestran una buena fe y una piedad sincera del pueblo de Dios a quien Solalinde descalifica de ignorante.

La idolatría gravemente condenada en la Palabra de Dios (Sal 115, 4-5.8; cf. Is 44, 9-20; Jr 10, 1-16; Dn 14, 1-30; Ba 6; Sb 13, 1-15,19) no admite ninguna armonía con nuestra Fe y con el culto de adoración que rendimos al único Dios verdadero, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Ya el apóstol San Pablo enseñaba en la segunda carta a los Corintios que no puede haber armonía entre Cristo y Belial, precisamente exhortando a los creyentes no sólo a abandonar a los ídolos sino a no participar en los actos cultuales a ellos, entre los que se incluye la construcción de imágenes (2 Corintios, 6, 15).

Utilizando estas mismas palabras, no sólo mostramos que la postura de Sodalinde es equivocada sino que precisamente el contenido de la escultura es contrario a nuestra fe y es justificada la afirmación de algunos que aseguran que detrás de la Cuatlicue se puede encontrar la sombra del demonio. Y no se llega a esta conclusión por una vía distinta a la de la Sagrada Escritura, escuchando lo que dice el Apóstol: “¿Qué quiero decir, entonces? ¿Que lo sacrificado a los ídolos es algo, o que un ídolo es algo? No, sino que digo que lo que los gentiles sacrifican, lo sacrifican a los demonios y no a Dios; no quiero que seáis partícipes con los demonios. No podéis beber la copa del Señor y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios. ¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos, acaso, más fuertes que El?.” (1 Cor, 10, 19-22) Y no solamente este texto sino muchos otros que dan testimonio en el mismo sentido(Lev 17, 7; Deu 32, 17; Sal 106, 37; Mt 4, 9; Gal 4, 8; 2 Cor 6, 15; Ap 2, 14. 20; 9, 20)

En tercer lugar el Padre Solalinde afirma que la Virgen de Guadalupe se identifica con la madre tierra. Para decir esto señala algunas características que se establecen en el culto a la madre tierra, y después establece una semejanza con la Virgen de Guadalupe. Hay que decir, en primer lugar, que el culto a la madre tierra es idolátrico. Muy distinto es el aprecio que se le debe a la creación como don de Dios a atribuirle una personalidad divina. En este sentido es totalmente falsa e impía la afirmación del P. Solalinde y aplica la misma crítica que hemos establecido en el punto anterior.

Por último, me parece muy grave y muy lamentable que, para darle un peso a sus opiniones, el padre Solalinde tenga que decir que quienes no piensan como él son fanáticos, son ignorantes y tienen que ponerse a leer, incluyendo al Sr. Cardenal Juan Sandoval en su desprecio. Esta es la típica falacia “ad hominem” para desacreditar al interlocutor que no es sólo un error argumentativo sino que en este caso resulta ser sumamente ofensiva. Con estas palabras quiero mostrar y concluir que la opinión del Padre Solalinde es una opinión teológica carente de fundamento dogmático y que no representa la fe de la Iglesia Católica. 


Que la Virgen de Guadalupe que ha venido a visitarnos para mostrarnos a su Hijo Jesucristo, luz del mundo, destruya las tinieblas de la idolatría y nos conduzca siempre hacia las fuentes tranquilas de la fe.


3 comentarios:

  1. NO SI NO NECESITAMOS CUIDARNOS DE LOS DE AFUERA, SI NO DE LOS DE ADENTRO!!

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  2. Me parece muy elocucente la respuesta, y sobre todo muy fundamentada. "Ante la evidencia no hay error". Felicidades por la objetividad.

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